LOS CIMIENTOS DEL MUNDO
MODERNO
Democracia, filosofía, escuela, biblioteca,
teatro, música, arquitecto, matemáticas, biología y pediatra son palabras que
empleamos con toda naturalidad sin pensar en su origen. Todas provienen de la Grecia antigua y aluden al
legado que hemos recibido de «los antiguos griegos»: los fundamentos de la
política, la ciencia, el arte y la literatura.
Al hablar de la Grecia antigua no debemos
imaginar, sin embargo, un Estado unificado. Hacia el 700 a .C. había en aquel país
abrupto muchos pequeños Estados surgidos en las llanuras fértiles a los pies de
las cordilleras, junto a la costa y en las islas. El centro de esos pequeños
Estados era una ciudad; por eso se habla de ciudades Estado. Los griegos daban
a esas ciudades Estado el nombre de «polis».Cada polis se preocupaba por
mantener su libertad e independencia frente a las demás. Para garantizarlo se
reclutaban tropas y se entablaban guerras a menudo.
Esparta y Atenas acabaron siendo—aunque por
medios distintos—las dos ciudades principales. En el sur de la península del
Peloponeso, Esparta, con sus soldados bien formados, venció y ocupó una ciudad
tras otra y convirtió en esclavos a quienes no eran espartanos. Pero aquella
gente no estaba dispuesta a soportar sin quejas y para siempre una existencia
esclava y se produjeron revueltas y sublevaciones. Casi todos los espartanos
varones hubieron de hacerse soldados para mantener en jaque a los esclavos,
muy superiores en número.
Entrenamiento de los jóvenes espartanos (muchachos y muchachas) |
Tras haber derrotado a aquellos esclavos
insurrectos, los espartanos continuaron en estado de alerta, es decir,
siguieron siendo soldados. Los jóvenes eran educados desde niños para el
combate. A los siete años debían dejar la casa paterna y comenzaba su
formación. Para endurecerles, no les estaba permitido llevar calzado y sólo
podían vestir ropas ligeras. Recibían una alimentación escasa para que, más
tarde, supieran también salir adelante con poco. Si alguien creía que la comida
era demasiado insuficiente, debía lograr complementarla por sí mismo—como hacen
los soldados en la guerra—. Sólo se castigaba a quien se dejaba descubrir
mientras robaba. Las pruebas de valor y las competiciones formaban también
parte de la instrucción militar preparatoria. Así, cuando eran azotados, se proclamaba
vencedor al muchacho que soportase más latigazos sin lanzar un grito de dolor.
Esparta llegó a ser con aquellos soldados la
potencia militar más fuerte de Grecia. Los logros culturales de los espartanos
fueron, en cambio, insignificantes.
Hoplita espartano |
En la zona de dominio de Atenas, en la
península del Ática, hubo también agitación social, pues allí los
terratenientes ricos y aristócratas oprimían y explotaban a los campesinos. Sin
embargo, los ciudadanos atenienses no quisieron reaccionar con tanta brutalidad
como los espartanos. Los atenienses se vieron, no obstante, obligados a hacer
algo para que no se produjeran levantamientos, como había ocurrido en Esparta,
e inventaron un cargo de mediador aceptable para ambas partes. Hallaron al
hombre adecuado en la persona del sabio Solón (c. 640-561 a .C.). Solón ordenó
limitar la propiedad del suelo para que los nobles ricos no pudieran adquirir
más y más tierras. Se dio la libertad a los campesinos empobrecidos que habían
acabado en la esclavitud y, en adelante, no se pudo ya vender como esclavos a
los ciudadanos endeudados; además, se les condonaron sus deudas. Solón revocó
las duras leyes penales dictadas por su predecesor Dracón (origen de las «leyes
draconianas»). Sin embargo, su ley de mayor trascendencia fue la que
estableció que, a partir de entonces, el poder de decisión en Atenas no estaría
ya en manos de un rey «divino» o un pequeño grupo de aristócratas, sino en las
de los propios ciudadanos, que deberían reunirse en la asamblea del pueblo cuarenta veces al año, por lo menos, para debatir todos los asuntos importantes de la polis, acordar las leyes y decidir sobre la guerra y la paz. Para los
negocios corrientes de gobierno se previó crear un consejo para el que podían
ser elegidos ciudadanos de prestigio. Un tribunal popular velaba por el
cumplimiento de las leyes. De ese modo, Solón creó una forma de poder
completamente nueva denominada democracia, «poder del pueblo».
La democracia ateniense era imperfecta desde un
punto de vista actual, pues el poder era ejercido sólo por una pequeña parte
del pueblo: los hombres libres. Cuando se habla de ciudadanos de Atenas se
alude únicamente a ellos. Las mujeres, que según la opinión (masculina)
dominante carecían de capacidad para tener voz pública y habían quedado
confinadas al hogar, estaban tan excluidas como los esclavos y los metecos (así
se llamaba a los extranjeros llegados a la ciudad). Sin embargo, dadas las
circunstancias de la época, aquella forma de poder representaba un avance
sensacional - a principios del siglo XX, la mayoría de los Estados del mundo
no habían progresado más que los atenienses.
La consecuencia de las reformas de Solón y sus
sucesores, Clístenes y Pisístrato, no fue sólo una nueva forma de poder sino
también un nuevo modo de vida, al menos para los ciudadanos de Atenas, a los
que no se podía aplicar ya el principio de ordeno y mando sino el de expresión
y réplica. Quien quisiera convencer a los demás necesitaba buenos argumentos
que debía exponer con habilidad. Con aquel método de reflexión y discurso
público mediante el cual se ilustraba un asunto desde todas sus facetas, los
atenienses inventaron de paso la filosofía. Liberaron el pensamiento de su
dependencia de la religión y lo hicieron autónomo. A partir de ese momento fue
posible tener ideas nuevas sobre los seres humanos y los dioses, el cielo y la
Tierra. Entre los años 470 y 320 a.C., Atenas produjo, en las
personas de Sócrates, Platón y Aristóteles, tres filósofos que han dejado su
huella hasta nuestros tiempos en el pensamiento occidental.
Atenas sentó también nuevos criterios en arte y
arquitectura. Los templos de la
Acrópolis y las estatuas erigidas allí y en las plazas de la
ciudad llegaron a ser imágenes ideales para el arte occidental arquitectónico
y escultórico.
Las primeras obras de la literatura mundial - los
poemas épicos de Homero, la Ilíada
y la Odisea ,
las tragedias y comedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides, que se
representaban todas las primaveras en honor del dios Dionisos y que se
incluyen hasta hoy en los programas de los teatros del mundo entero - se deben
también a autores griegos.
Los hijos de los ciudadanos de Atenas fueron
los primeros que asistieron a una escuela en el sentido actual de la palabra.
Su escolarización iba de los siete a los catorce años.
Aprendían a leer,
escribir y hacer cuentas y se valoraba la formación musical; todos los
muchachos debían saber tocar al menos la flauta o la lira, una pequeña arpa.
A
medida que cumplían años se les enseñaba el arte de pronunciar discursos - la
retórica -. También se dedicaban al estudio de la literatura griega, sobre
todo las leyendas de Homero, algunos de cuyos pasajes importantes aprendían de
memoria.
Una vez cumplidos los catorce años, la formación deportiva pasaba a ocupar
el primer lugar. Esta formación se realizaba en el «Gymnásion», una especie de
escuela de deportes de cuyo programa formaban parte la gimnasia, la lucha, el
boxeo, la esgrima, las carreras y el lanzamiento de disco y jabalina.
El
fortalecimiento físico cumplía, por un lado, una finalidad militar, pues todo
ciudadano estaba obligado a defender la polis; pero en el gimnasio se
promocionaba, por otra parte, a los que estaban dotados para el deporte, pues
quienes pertenecían al grupo de los mejores y se entrenaban con diligencia,
incluso después de la jornada escolar, tenían la oportunidad de participar en
los juegos olímpicos, celebrados cada cuatro años desde el 776 a.C. Dicha
posibilidad constituía el máximo honor para cualquier ciudadano griego.
Durante
los juegos Olímpicos, ninguna polis podía hacer la guerra a otra; debía imperar la paz
para que los mejores hombres de toda Grecia pudieran enfrentarse en las
competiciones deportivas. Los vencedores eran homenajeados y recibidos en su
ciudad como héroes. Quedaban exentos del pago de impuestos, eran mantenidos de
por vida a cargo de la ciudad a la que habían contribuido a honrar y se les
otorgaba una localidad de honor en el teatro. Los altos rendimientos deportivos
valían la pena ya en aquellos tiempos.
Extraído de: MAI, Manfred, Breve historia del mundo para jóvenes lectores,
Océano, Península, Atalaya, Barcelona, 2004 /2002
Biblioteca del Instituto Goethe