Los hombres del Cromagnon vivieron
durante la cuarta y última glaciación, cuando el hielo ártico cubrió extensas
partes del hemisferio norte. Aquella glaciación fue la de mayor dureza, se prolongó
durante más de 100.000 años y concluyó hacia el 10.000 antes de Cristo. El
ascenso de las temperaturas había hecho que se derritieran los glaciares y dio
lugar a un clima parecido al actual.
Las condiciones climáticas fueron especialmente favorables desde la zona de la costa oriental del Mediterráneo hasta el actual Irán. Allí crecían, además de muchas otras plantas, cereales silvestres cuyos granos trituraban y comían los seres humanos. En algún momento, los hombres recogieron los más gruesos y sembraron cereales.
Por aquellas mismas fechas comenzaron a domesticar animales salvajes, primero el lobo, al que transformaron en perro guardián y de caza, luego las cabras, las ovejas, los cerdos, las vacas y los caballos, que siguen siendo hasta hoy animales domésticos.
De ese modo, nuestros antepasados dejaron de ser
nómadas cazadores y recolectores para hacerse agricultores sedentarios que
practicaban el cultivo de los campos y la ganadería, construyeron chozas para
resguardarse ellos y proteger a sus animales, roturaron extensiones de tierra
cada vez mayores sirviéndose de herramientas constantemente mejoradas y
trabajaron el suelo a fin de aprovecharlo para pastos y campos de cultivo.
Aprendieron, además, a guardar provisiones y no vivir de un día para otro.
Para ello construyeron almacenes. Y como aquellos edificios eran un objetivo
provechoso para ladrones y salteadores, pero también para animales salvajes,
los agricultores construyeron sus chozas muy cerca unas de otras y levantaron vallas y muros.
Así fue como surgieron las aldeas.
Al ser continuo el
suministro de alimentos, creció la población. Y como la agricultura y la
ganadería eran menos laboriosas que la caza y la recolección de alimentos, los
seres humanos dispusieron de más tiempo para mejorar los aperos de trabajo, los
utensilios y las armas. Algunos demostraron ser más hábiles y creativos que
otros en esa tarea, y con el tiempo se formaron «especialistas» en diversos
ámbitos. Así fue como surgieron los primeros oficios artesanales.
Este proceso, iniciado en Oriente Próximo y difundido desde allí hacia África, Asia y Europa, duró unos cinco mil años. Comparado con los cambios ocurridos en tiempos anteriores, se desarrolló a un ritmo extraordinario. Por eso, y porque constituyó un cambio tan fundamental en las formas de vida, se habla de la «revolución del Neolítico». Fue una revolución que no alcanzó, ni mucho menos, a la totalidad de los seres humanos. El mundo siguió estando habitado por cazadores y recolectores en casi todas partes; y en algunas regiones remotas, incluso hasta nuestra época.
Extraído de: MAI, Manfred, Breve historia del mundo para jóvenes lectores, Océano – Península - Atalaya, Barcelona, 2002.
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